Vistas de página en total

martes, 24 de diciembre de 2019

EL CAMINO

Era un día caluroso. No recuerdo cual, solo sé que era junio. Solo recuerdo mirándome las manos y ver dos cajas de pastillas y una botella de ginebra encima del lavabo. Me miraba al espejo y no veía nada. Nada¡¡ Simplemente no me veía. No pensaba, solo sacaba del blister las pastillas una a una.

Solo recuerdo un vació inmenso, ganas de dejar de sufrir. me metí un puñado de pastillas en la boca y cogí la botella de ginebra. Me dispuse a  beber. De pronto en el espejo vi una especie de ojo de buey, todo estaba borroso, quizás por las lágrimas, quizás por el dolor.
Me asomé y sobre el cristal, vía aparecer una pequeña mano, me quede paralizado.Baje la botella y miré fijamente por el ojo de buey. Apareció una pequeña cara, la reconocí al instante, eras tu cuando  pequeño. Dentro del submarino, con una sonrisa y unos ojos enormes que me miraban, sin tristeza, sin pena. Solo mirabas con esperanza. De pronto me dijiste algo. Pero no escuchaba nada. Volviste a sonreír e instintivamente puse mi mano en el cristal sobre tu mano.

No se lo que pasó después, solo recuerdo, despertarme en un charco de vómitos, con las pastillas en el suelo. Me levante como un zombi y limpie todo.

Esto que parece el final de una historia ficticia, solo es el principio de una historia real. El día que durante el delirio, te volví a ver y decidí, pedir ayuda, decidí que quería vivir.

Esto que escribo en este momento, es un ejercicio, no de auto compasión, sino de ponerle nombre a las cosas. Suicidio, depresión, dolor de vida, llámalo como quieras.

Mi terapeuta, me encargó poner por escrito, el porqué pedí ayuda y como he llegado al momento en el que me encuentro.

Pero como llegué hasta este extremo?. Ni yo mismo lo sé. Años de estrés, de agradar a todo el mundo, de vivir la vida que me imponían. De querer ser el hijo perfecto, el marido perfecto, el trabajador perfecto, el hombre solidario, el deportista extremo. De darlo todo sin pedir, nada a cambio. De no permitirme odiar, de no decir que no a nada, , solo querer, solo agradar.


A partir de aquel día caluroso de junio, he pasado por momentos complicados en los que con la ayuda de mi terapeuta y la medicación adecuada, he logrado salir adelante. Ya hace más de un mes que cortamos la medicación y cada vez me encuentro mejor. O eso cría.

No hace mucho, me sorprendió la llamada de un amigo, diciéndome que su padre había muerto de manera repentina. Cuando fui al sepelio, me encontré con un hombre grande como una montaña, fuerte como un roble, metido en una caja. A su mujer y su hijo llorando desconsolado, mientras repetían, una y otra vez que era injusto, que era un buen hombre, un padre perfecto, un marido perfecto, un abuelo perfecto. Toda la vida trabajando y en un segundo todo al garete. Y me quedé fijo intentando consolarlos. Me volví de nuevo hacia la caja y cuando miré, no vi a su padre, me veía a mi. al hombre que describían, o al que siempre quise aspirar a ser.

Me fui sin hacer ruido y esa misma noche, algo me empezó a doler en el pecho, ya no era dolor de alma.era un dolor inmenso que no me dejaba respirar, que no me dejaba ver, que me impedía andar.

Hice un esfuerzo, me subí al coche y con la visión borrosa, me fui a urgencias. Nada más me vieron entrar, me preguntaron que me pasaba y no les dije mucho más cuando ya me metieron en silla de ruedas y me tumbaron en una camilla, mientras me ponían cables, una pastilla debajo de la lengua y veía como me ponían oxigeno. Solo acertaba a suplicar, que no quería morir. Quería vivir.
Os podría decir que algo ser rompió dentro de mí. Pero mas haya del trauma, os puedo decir, que todo cambió en ese instante.

Quería buscarle una explicación a todo esto que me pasaba. Ordenar mi alma, sacudirla por la ventana y quitar el moho que me corroía.

No se como explicar como me siento, solo se en lo que me estoy convirtiendo. No es egoísmo, lo llamo cuidar de mi, para poder avanzar y no morir.

Ahora comienzo a entender, que puedo decir que no, sin sentirme mal. Que también me puedo y debo equivocar. Que puedo expresar lo que siento sin sentirme culpable. Que debo pedir ayuda y dejar que cuiden de mi. Que tengo todo lo que quiero, pero no lo que realmente necesito. Y lo que realmente necesito es que cuiden de mi, cuidar de mi.

Mientras compongo u ordeno mis pensamientos, escuchando la canción de "Delafe" menos cabeza y más corazón, me acuerdo de aquel día de Junio. Me acuerdo de las únicas cuatro personas que intuían que algo andaba mal, que me llamaron y sin saberlo me apuntalaron un poco más a este mundo.
A ti Julián, tan oportuno como siempre, buen amigo y hermano. A ti Eduardo que por no preocuparte te mentí, pero sabes que tengo más que admiración por ti. A ti Juanfra que eres un guerrero, un amigo y ser excepcional. A ti Andres, el príncipe de zahara, eres ese amigo en la distancia que sabe ponerle nombre a las cosas.
 A mi socio, amigo y Hermano que me soporta todos los días.
A mis dos hijos a Alvaro y a Leo, que te apareciste cuando me quise ir.

A vuestro lado he aprendido, que vivir es un camino, no una finalidad.

Queda camino y solo espero poder disfrutarlo, no como un reto, sino como una oportunidad de aprender.

Gracias por no juzgarme.